martes, 1 de diciembre de 2009

Un pecado en St Clement's Church.

Viví tres meses en Falkner Street, una plácida calle en Saint Clement, Liverpool del Reino Unido. Estaba caliente el ambiente y provocaba regresar a la piscina de Sophie, una chica encendida de vida a sus 18 años y casada con un funcionario público bastante mayor.

Acabo de cumplir 19 años y mi hermana, casada con Patrick, hizo lo posible por agradarme con una reunión de sus amistades británicas. Llegué para quedarme un mes, han pasado 3 meses y aún sigo envelezado por Sophie. Es algo inevitable, como si ambos hubisemos estado predestinados para encontrarnos, tocarnos, y fulminarnos cada instante de tiempo con la mayor de las humedades y explosiones de placer.

La conocí en esa reunión de mi hermana, Patrick es colega de Paul, ambos trabajan en el departamento de predios del municipio. Paul es esposo de Sophie, la inglesa más linda que conocí.

Todo se confabuló el día que nos invitaron a su casa a la hora del té, quesos maravillosos, galletas deliciosas, fantasticas mermeladas y sobre todo las miradas rápidas e intrigantes de Sophie. Ella vestía con unos colores que hacían que mis ojos la siguieran sin disimulo, hasta que mi hermana me pisó. Si sigues así no vas a durar un minuto más en Saint Clement, por favor comportate - me dijo entredientes y con los ojos super abiertos. Automáticamente pasé a otra frecuencia y empecé a charlar con los invitados, incluso anule mi vista y atención por Sophie, me había gustado Liverpool y me fascinaba la idea de visitar todo lo relacionado con los Beatles. No iba arruinar ese sueño por unas hormonas revoltosas.

Mi hermana y Patrick salían muy temprano del departamento a trabajar, me quedaba hasta las 10 en la cama, desayunaba y salía a conocer todo lo que podía. Caminaba y caminaba cada calle y boulevard, hasta entré en la famosa iglesia de Saint Clement, a mi gusto nada que ver con las que tenemos en Lima, Perú; años más tarde supe que su fama era por otras consideraciones.

En mi familia y en Liverpool hay un extraño rechazo al aire acondicionado que no comparto, por eso apenas se iba mi hermana y su marido de la casa lo conectaba y subía al máximo frío posible, disfrutaba congelándome. Casi nadie usa equipos de aire acondicionado en Liverpool salvo algunas familias calurosas como yo.

Terminaba mi desayuno y en mi mente apareció la sonrisa de Sophie, sus bellísimos pechos e impresionantes curvas, Dios mío que belleza. Entonces el teléfono sonó, era Sophie. Hola, buen día - dijo - ¿todo bien? por favor ¿podrías decirle a tu hermana que no se olvide de anotarme su receta de arroz con leche? !Si claro¡ hola Sophie gracias por el té en tu linda casa, eres muy buena anfitriona te felicito. Y no te preocupes ahora mismo le dejó una nota a Violeta para que hoy mismo haga la receta, es un postre delicioso de mi país, en realidad no te imaginas la cantidad de postres que tenemos.

Sophie se quedo unos instantes en silencio y también enmudecí, pensé que estaba muy acelerado y podía ser desagradable. ¿Que estás haciendo? rompió ella el silencio. Estoy por salir a caminar, el día está fantástico - dije - y quiero visitar disqueras para ver sus ofertas.

¿Qué música te gusta? acá en casa tengo muchos discos que Patrick compró hace tiempo y nunca los escuchamos, si te interesa un día puedes verlos. Mi corazón empezó a latir a mil por hora y las ventanas de mi nariz se expandieron misteriosamente - he visto tu equipo de música - dije - me parece muy completo, debe tener un sonido excelente ¿qué hora es mejor para oir esos discos?

Y lo que quería oir sucedió - ¿puedes venir ahora? no tengo nada importante que hacer, o si prefieres en la tarde. No, noooo me parece bien ahora estoy fascinado con la música anterior a los Beatles y tal vez me puedas orientar.

Entonces te espero, bye.

En un instante me duché y cambié los calcetines saltando en un pie; por mi cuerpo fluía toda la adrenalina imaginable y pronto sucedería lo que jamás pensé podría pasar.

Boswell Street era la calle de su linda casa a unas 10 cuadras de la mía, era una pequeña calle hecha con gran gusto, cada puerta, cada ventana rodeada de macetas llenas de flores y geranios, un barrio más distinguido que el de mi familia.
Sophie me esperaba con unas sayonaras japonesas que resaltaban la desnudes de sus delicados dedos y forma del pie, el calor justificaba el pantalón corto y ligera blusa que traslucía un pequeño bikini. ¡Hola que tal, que caluroso el día!

Pasa por favor, estoy regulando el aire acondicionado el frío me encanta - te ayudo, le dije - oh si por favor cierra bien las puertas y sigueme.

Hasta ese instante no la saludé con el clásico besito en la mejilla ni nada, todo era distante y su mirada algo esquiva o nerviosa. No tenía la menor idea del siguiente paso, ni como justificaría a mi hermana la extraña visita a Sophie.

La mudes me invadió y el inglés fluido se me fué, dejé de entender el idioma y trataba de adivinar lo que me decía, la seguí hasta la sala y sin que me diese cuenta volteó tropezándose con mi pecho, mis piernas y vientre, su aliento invadió mi boca y empezó todo a temblar agitadamente, mis sienes rebentaban, mis manos fueron despojando cada pieza, cada botón, cada brazo fue quedando liberado, cada pierna fue tomando su lugar. La alfombra china de gran espesor, de color celeste y dibujos geométricos fueron el mejor lecho que tuve durante más de dos meses de locura infiel.



...........continúa...............