lunes, 8 de febrero de 2010

Un pecado en St Clement's Church (XI).

Estaba abrumado, me sentía culpable de algo entre nosotros, sus ojos azules, con el contraste de luz que ingresaba amarillento a nuestra mesa, se tornaron negros profundos. Era evidente que la adoraba. Ella estaba solemne, liberada, feliz, llena de vibra y poder.

La mesera, perspicaz y sonriente me alcanzó la carta de pedidos. Pide la tortilla de queso, tocino y tomate, viene con frijoles, huevo a la inglesa y papas fritas, aquí es espectacular – dijo Sophie; pero mi mirada no sacaba los ojos de su fino y hermoso rostro anglo-juvenil.

¿Qué pasaría si salimos a otro lugar? – dije – aquí me siento en una escena de teatro llena de espectadores.

¡¡¡Listo Vamos caminando a la playa!!!– con alegría y sonrisa cómplice salimos, no sin antes dejar una propina a la amable mesera.

Que extraordinarias criaturas éramos caminando por Liverpool, completamente enamorados del placer, del amor, de nuestros cuerpos, de la vida y de todas las emociones juntas.

Habíamos sufrido una separación involuntaria pero tácitamente convenida, las circunstancias lo ameritaban. Ese distanciamiento sirvió mucho a ambos para evaluar nuestras experiencias, creencias, deseos y lo que realmente queríamos de la vida. Sophie altamente sensible a pesar de su sequedad inglesa soltó unas lágrimas que me turbaron, me detuve cogiendo sus manos y me aproximé lo suficiente para sentir su mirada y respiración a escasos milímetros. No le decía nada sólo la miraba con la ternura más grande que alguien pueda imaginar.

Yo intuía claramente que lo nuestro no era posible, por más deseo y cariño desplegado, no éramos realmente una pareja con futuro sólido. Mi corazón estaba comprometido en Lima con una preciosa colegiala que me esperaba ansiosa y llena de nostalgia. Sophie pertenecía a la clase de mujeres que hacen lo que quieren y difícilmente pueden durar emparejadas, le cuesta comprometerse; tal vez uniones de algunos años, pero toda la vida no. En cambio yo era el típico latino que románticamente creía en el amor eterno, como ese que muy bien describe García Márquez en su obra “El amor en los tiempos del Cólera”. Años más tarde aprendí que todo es posible, incluso el amor de un día o de unas horas. Al amor no se le debe despreciar jamás, venga con el disfraz que venga.

Caminando por las estrechas calles de Moonlight Bay, un barrio cercano a St. Clement Church, paso obligado camino a la playa, vimos, a unos pasos de la iglesia, un parque pequeño lleno de pimenteros, unos árboles fantásticos por su extraña forma, con preciosas bancas; típico lugar para enamorarse. Ambos nos sentamos plácidamente a hablar de todo, de su amiga Nicole y terribles manías de compras, sus ronquidos nocturnos y lesbianismo aún no declarado. Por mi parte le conté con lujo de detalles el concierto de los Queen’s, de mis cuasi-primos irlandeses marihuaneros empedernidos, así como de mi rudo atraso en la universidad por quedarme en Inglaterra únicamente por diversión.

Ahora los ojos de Sophie eran de un azul acero, como un mar tranquilo al atardecer. Mi deseo por ella estaba encendido, sentía un tsunami interior, sus carnosos labios me hipnotizaban y sentí que mis labios se dirigían como un tigre a su presa. Nos besamos intensamente, como si nunca más fuésemos a tocarnos, la humedad y calor de su boca era tan dulce que decidí parar y proponerle algo más íntimo en un hotel. Ella estaba en trance, no quería detenerse; insistí otra vez, y me cogió la mano llevándome directo a la iglesia St. Clement Church, que estaba a unos metros del parque. No entendía que quería, ella seguía jalándome aún dentro de la iglesia hasta que llegamos al confesionario. La iglesia vacía y en penumbra, las bancas flanqueaban la larga alfombra hacia el altar que parecían inclinarse a nuestra presencia, la luz escasa contrastaba con la total oscuridad del interior del confesionario. Entramos y cerramos la puerta de la reliquia católica del siglo VIII, la agitación y el calor corporal, los besos ardientes y mis manos volvieron a desbaratar la ropa ligera de Sophie. El olor a caoba, la oscuridad penetrante dentro del confesionario, los aromas de coco de su bronceador, su magia profunda, todo mezclado con distintos sabores penetrantes provocaron el éxtasis explosivo que por un instante me transportaron a un planeta de oro rojizo con un valle lleno de pirámides y flores en el mar.

Magnetismo, atracción real y profunda son los requisitos del deseo, pero para amar se requiere mucho más que sólo el deseo.

Me persigné al salir de St. Clement Church, las bancas esta vez parecían hacer cola para despedirse.

No te despidas - le dije – nunca digas adiós, si no hasta siempre; mis ojos se humedecieron, era inevitable.

Te extrañaré mucho, tengo tu dirección te escribiré dándote mi nueva y definitiva dirección y teléfono. Por favor no dejemos de estar en contacto – dijo Sophie con mucho cariño.

Así será, estaré atento a tu carta y pronto sabrás de mí. Tal vez el destino nos vuelva a unir, aunque nunca lo sabremos, el destino juega con nuestras vidas y quizás volvamos a encontrarnos.

Nicole me espera – dijo Sophie – que tengas un lindo retorno a Lima y siempre que prepares fish and ships házmelo saber jajajaja

Su beso final fue breve, su mirada era de azul claro brillante y su sonrisa fue tan dulce que hasta ahora la tengo en mi memoria. La vi alejarse y secar sus lágrimas.

Que rara que es la vida, todo lo que podemos tocar, el cuerpo maravilloso de una mujer, la piel encendida de pasión, eso tan real, tan real a nuestros sentidos como el brillo de los ojos enamorados de una fémina, son sin embargo, menos reales de lo que nunca podremos tocar, oler, ver o degustar. Los amantes en los parques son más irreales de lo que creemos o sentimos, son mucho menos sustanciales que la amistad, el amor o nuestra profunda soledad.

De regreso sentado a la ventana en un Boeing 727 de Brithis Airways, clase económica, escribía mis memorias de estos 3 meses de inmersión en la cultura inglesa. Mirando el inmenso gris verdoso mar Atlántico me decía a mi mismo: “Nunca imaginé que cometería un pecado en St. Clement Church”.

Fin …

Lucifer Contesta desde el corazón…

Foto: Patrick Bayliss.